La sentencia

La melancolía exacerbada
ahogo, asfixia, desolación,
carcomiéndome por dentro,
y una daga que mutila el corazón.

Gotas levemente ácidas desangradas
en un continuo torrente agónico
me conducen hacia los infiernos,
donde naufrago entre los suburbios.

Un manto negro sobre el alma,
las sombras que se presentan,
un llanto nervioso y desconsolado
y esas viejas fotos mentales.

Sabor amargo el de ésta noche
ante aquel abrazo ausente
que desgarra el alma toda,
y esa sequedad en los labios
que arden al partirse.

En eso, la luna que se interpone,
justiciera divina de los hombres,
y dicta su inapelable sentencia:
la muerte lenta para mi soledad
y para mí.

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