Ultimatum

Aquella madrugada
en que sellaste con fuego
mi alma,
dicté un ultimátum
a mi sangrante corazón.
Le di una última oportunidad
a mi desdichado amor.

Desde el comienzo,
fuiste una vil mentira
que me enroscó en
una nebulosa gris
de la que no pude escapar.

Aquella madrugada,
frente a ese río
que fue nuestro único testigo,
empezaste éste juego macabro
que creció con el correr de los días.

Tus labios junto a mi oído,
escupieron promesas y brujerías
que envenenaron mi inocencia.

Pero aquella noche,
junto a ese mismo río
que ya no fue nuestro testigo
sino un siniestro cómplice más,
intentaste terminar tu osadía.

Pero mis sentidos,
mis únicas armas de defensa
ante semejante acecho,
fueron quienes me sacaron de allí.

Pero no te detuviste,
y otra vez esos rezos macabros
que pregonaban el amor más puro
y sincero, me embelesó.

Volví a caer en esa tela pegajosa
que creaste para mí,
donde yo, tu presa,
quedaba inmovilizada e indefensa.

Pero hoy, luego de mucho pelear
y reñir con mi corazón,
esa tela carcelaria logré romper
y salí nuevamente a la luz.

Hoy, por primera vez
en mucho tiempo,
puedo sentir el aire puro
entrando en mis pulmones.

Mis sentidos lograron liberarse
de ésta esclavitud
y hoy solo responden ante mí.

Pero el ultimátum se cumplió,
y las puertas de mi desgarrado
y profano corazón,
han sido cerradas por
toda la eternidad.

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