Poema IV

Siluetas plasmadas en las sombras
de esta desolada noche de verano
ofrecen su baile pasional a los dioses,
exorcizando sus demonios en cada movimiento.

Se beben la brisa extasiadas de placer,
y dejan acariciar sus contorneadas figuras
por las ramas indecentes de los árboles,
estallando una y otra vez ante su contacto.

El aliento lujurioso de aquellas almas
se eleva hacia la inmensidad del cielo
para ser llovido sobre la Madre Tierra
en la inoportuna mañana que se avecina.

Siluetas noctámbulas, apasionadas,
nacen del deseo oculto tras las sombras
y se desvanecen con la llegada de la neblina
que anuncia el nacimiento de un nuevo día.

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